sábado, 4 de agosto de 2018

Cuando se ven SANTOS marchar



El refinamiento en la dicción y la entonación de mi lectura estuvo a cargo de mi nona Carmelita, allá por mis cinco años, en el corredor de los helechos de su bella casa de la Calle Real en Pamplona; el texto por ella escogido para nuestra clase diaria era, ni más ni menos que LA DANZA DE LAS HORAS, de Calibán, seudónimo con el cual se presentaba Enrique Santos Montejo, periodista de EL TIEMPO, quien en ocasionales visitas a Pamplona se hospedaba en la pensión de Margarita e Isbelia Sandoval, primas hermanas de mi nona,  para descansar y asistir también a veladas literarias y a deliciosas conversaciones en la amplia sala de la Calle Real, en donde las muy liberales Sandoval, autodidactas y lectoras consumadas, compartían con lo más granado de la intelectualidad pamplonesa: Milciades Peralta, Francisco Jordán, Manuel Laguado, poetas, escritores, que encontraban allí inteligencia y excelente brandy.

Desde entonces oigo nombrar a los SANTOS, del notablato nacional: inteligentes, cultos, liberales en el mejor y más puro sentido de la palabra, aristócratas criollos, de buena cepa santandereana, dedicados al intelecto, el periodismo y la política; por casualidades de la vida, el expresidente Eduardo Santos Montejo, hermano de Calibán, y Doña Lorencita Villegas su esposa, fueron amigo cercanos de los González Ferrero, la familia política de mi mamá Stella por virtud de sus segundas nupcias.

De manera que los Santos no me fueron del todo ajenos; sobrino-nieto de estos personajes de mi infancia es nuestro Presidente JUAN MANUEL SANTOS CALDERON, hijo de Enrique Santos Castillo y de Clemencia Calderón Nieto, de quien hace ocho años no hubiera pensado ni por asomo escribir algo, pero que a lo largo de su gobierno, fue de menos a más en el termómetro de mi admiración y respeto de anarquista, anarca, para más señas.


Lo primero que he de agradecerle expresamente es la prudente distancia que tomó del expresidente uribe (minúscula de intención) en favor de su gobierno y del país entero que aún no logra evaluar objetivamente la bondad y la valentía de esta decisión; le doy gracias de todo corazón, descansamos del horripilante personaje y pudimos algunos tomar fuerza para no acudir al suicidio masivo con el retorno de este karma infernal. En verdad fue todo un acto de inteligencia y coraje, que le permitió su paso a la historia de los poquísimos que han hecho algo en el Solio de Bolívar, este último incluido.


Gracias por su embeleco por la PAZ, cualquiera que haya sido la motivación, nos sirvió a todos, especialmente a los que denigran de ella porque los hace perder el jugoso negocio de la guerra, son los  necesitados de tomar rumbo por el camino de la excelencia humana; mantener la caña económica sin el puntal del petróleo también es digo de reconocimiento, de esto no se mucho ni me interesa, pero oigo a los que saben; mis intereses son trascendentes y de mejor catadura que el comercio.

Le agradezco su elegancia; con María Clemencia mi tocaya, estuvieron siempre a la altura en todas las latitudes y en todos los entornos, me sentía extraña de no colorearme como en el gobierno anterior en donde el buen gusto y la elegancia brillaban por su ausencia. Agradezco a sus hijos su buen ejemplo, los jóvenes colombianos pudieron entrever que el gusto por la academia y la voluntad de servicio resultan quehaceres más valiosos que las empresas de basura y los centros comerciales.

Sus ministros resultaron señores sin prontuario lo que ya es bastante en este país de corruptos, regalarnos la visión de un Alejandro Gaviria, arquetipo de HOMMO SAPIENS, ha sido una muestra didáctica para que los ciudadanos de este país acostumbrados a admirar narcos y paras, empiecen a encontrar la diferencia entre un Pinochet y un Mandela. Gracias PRESIDENTE SANTOS.

Gracias por hacerme recordar los días de mi infancia, gracias por su don de gentes, Usted nos ha dejado el camino de la PAZ y en el intento se la lleva con usted y su familia para disfrutarla; a fuerza de querer el cambio lo consiguió para usted, hoy es un mejor ser humano sin duda que el que llegó hace ocho años y la historia de la Colombia mínima tendrá que reconocerle que nos dejó un país mejor, más pensante y más justo.

Si de algo le sirve una mujer libertaria, buena conversadora, quien jamás da consejos, cuente siempre conmigo. Abrazo a Tutina, a Martín, a Ma. Antonia y a Sebastián. A Celeste que lo malcríe bastante Presidente y que tenga en cuenta que ella ya es de la generación de la PAZ.




miércoles, 27 de julio de 2016



VOTARÉ POR EL SI[1],



“Es necesario comprender quién pone en práctica la violencia… si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella”

Julio Cortázar

 
Si hay algún tema que caiga como anillo al dedo a la filosofía de este blog, es este; las razones para decirle SI al plebiscito para refrendar el acuerdo de paz de la Habana, me exigieron hacer reflexión ETICA es decir filosófica, romper paradigmas, acabar con mitos y recurrir a la irreverencia, pero vayamos por partes:

Lo que hemos sido

Una constante PATRIA BOBA: unos criollos venidos a más se “sublevaron” frente a España para seguir siendo monárquicos y orgullosos de su ancestro español, sin identidad y sin orgullo americano; una guerra de los mil días en donde los descendientes de estos (feroces y brutos) acabaron con los que buscaban una identidad latina y colombiana, godos contra liberales la masacre fue monumental y para acabar con esto se inventaron el Frente Nacional, institucionalización de la corrupción y la inmunda repartija y como siempre el pueblo abajo, en la física olla; surgió la guerrilla y ¿qué más querían?, para dominarla se inventaron los paramilitares que eran casi que el mismo ejército pero de noche y con banda en el brazo, después guerrillos y paracos se volvieron una infecta bola de narcotráfico, desplazamiento y masacres y nos jodieron a todos….siempre lo mismo, una oligarquía del notablato manejando sin inteligencia y con avaricia el poder hasta que surgió un oligarca de vereda, chambón  y bestial que no extirpó la guerrilla pero si la poca humanidad y dignidad que quedaban. Cómo en todas partes, de la propia cepa del notablato surgió uno, sincero o mendaz, quien sabe, que dijo PAZ y se vislumbra otra cosa y yo con mucha desconfianza le digo SI, porque decir NO es perpetuar la ignominia….esta es mi razón histórica.

Lo que no soy

·       No soy gregaria; clubes, cofradías, costureros de señoras, ligas de la decencia, grupos de jardinería, damas grises, verdes o moradas, todo ello me provoca mucha abulia y poca admiración y gusto, lo mismo me pasa con los partidos políticos en donde se impone lo insulso, lo de forma, por sobre el fondo de lo que es la ciencia de la política; la politiquería por sobre el arte de hacer felices a los pueblos. En esta republiqueta suelo ser anarquista, anarca además. De manera que ni santista, mucho menos uribista, mis razón de fondo para el SI están ante todo fundamentadas en el BIEN COMUN y en la sindéresis. Que vale más un intento de PAZ que una continuación de la feroz guerra es algo que no admite otra inteligencia.

·       No tengo un pelo de tonta  y no me trago el cuento de la “paz con impunidad” que hace rasgar las vestiduras a los violentos y acomodaticios: que no haya impunidad para los guerrilleros pero si para los paramilitares y para los militares que mancharon su honor en todo este conflicto, tienen cinismo los doble moralistas, pero bueno, que haya perdón y olvido para todos, incluyendo a Mancuso, Uribe y Rito Alejo, e incluso para monseñor Ordoñez que ha manchado su investidura con parcialidades y dogmas, perdón para todos los análogos y sucedáneos, así ha tocado en todas las latitudes donde se ha requerido de PERDON y OLVIDO…

·       No soy guerrillera, ni castro-chavista, ni comunista….menos fascista…..mi humanismo y pacifismo solo me dan para el SI….he ahí mi razón política….


Lo que podremos ser

·       A partir del SI podremos ser un pueblo DIGNO, que no lo hemos sido nunca, ni un solo estadista se ha sentado en el Solio de Bolívar incluyendo a Bolívar, siempre apagando incendios llegó la hora de construir…..nada mas indigno que el paramilitarismo y el deshonor militar nos ha ocurrido, la guerrilla al menos surgió para ponerle coto a los corruptos, a los politiqueros, a la bestialidad goda y fascista, todos perdonados y borrón y cuenta nueva….ahora una verdad de a puño….mejor de congresista Timochenko (el médico) que Mancuso ( el comerciante), o ni uno ni otro, con madurez política solo sucederá lo que los demócratas queramos.

·       A partir del SI podemos empoderar la DEMOCRACIA  y develar a los infames que nos han llevado a la ruina moral….hay que abrirle el paso a los que saben, a los inteligentes, a los más capaces para cambiar EL ESTABLECIMIENTO….es probable que detrás de urifacho salga el jugador de póker, pero entretanto barajemos las cartas en vez de prender la motosierra.

Ni una razón inteligente ni trascendente he encontrado para optar por el NO, solo la petición furiosa de unos incoherentes, inconsecuentes, pícaros y negociantes que quieren seguir pescando en rio revuelto…¿y a esos mi dulce niña quieres tu que yo les haga caso, solo porque estás aterrada de que lleguen los rusos? No jodás, seguirás yendo a tu finquita y mercando en Carulla ¿que mas podrías perder tontuela? Ni siquiera tendrás que vestir de civil a tu única empleada, ella ni siquiera ve la necesidad de quitarse el uniforme que ambas creen que tu regalas...amanecerá y veremos....estoy segura.







[1] Clemencia Gómez Sandoval, doctora en Derecho y Ciencias Políticas, aconfesional, irreverente y mamagallista.

lunes, 14 de septiembre de 2015

¿Qué pasó con Débora Arango?


En un país parroquial, conservador, pacato y en consecuencia sub-desarrollado desde el humanismo y de doble moral desde la condición ética, la mayoría no supo o no quiso saber quién fue Débora Arango, una mujer de comienzos del siglo XX, de dimensiones extraordinarias, con una cosmovisión vanguardista, de profundas y complejas reconditeces humanas, por ello incomprendida y juzgada por sus simples, llanos y elementales coterráneos.  

Aún hoy, muchos ignorantes no quieren saber de mujeres de este corte, de este perfil, de esta dimensión genial. No importa, ayer, hoy y siempre, han estado esos pocos seres privilegiados con la inteligencia y la suficiente sensibilidad, necesarias para captar y admirar la genialidad, como la de Débora que se ocupaba solamente de ser, lo que sigue siendo la cuestión.

Débora, siempre bella, siempre luminosa
Vedher Sánchez, estudioso de su vida y obra la describe como un ser humano adelantado en todos los órdenes, dijo de ella: “Fue la primera mujer en Medellín que usó pantalones, la primera que montó a caballo a horcajadas, la primera que manejo automóvil, la primera que no le tuvo miedo a los arzobispos, ni a los dictadores, ni a los presidentes, la primera que se atrevió a pintar más que florecitas y bodegones.”

Esta mujer invaluable, de mente abierta, de visión universal, nació en Medellín el 11 de noviembre de 1907, en plena hegemonía conservadora; considero a María Débora Elisa Arango Pérez, como un curita la bautizó, de haber llegado a una parroquia cerrada de entendederas, en donde campeaba y mandaba lo que se llamaba pomposamente “La Liga de la Decencia”, que aplicaba una moralina dañina, beata, pacata, dogmática y unos excluyentes prejuicios a todo aquel que no se comportara según sus dictados, para quienes reservaba la más caliente paila del infierno que sin saberlo, eran ellos mismos.
Algunas de las ilustres damas de la "Liga de la Decencia"

En ese mínimo ambiente intelectual y artístico creció Débora, la de las grandes soledades, la de la fragilidad física y la fortaleza del entendimiento, la sensible, la humanista, a la que el mundo real poblado por seres humanos le cabía en la cabeza, por lo que resolvieron equipararla a una pintora maldita, dejándola entrar sin darse cuenta (no lo hubieran hecho conscientemente estos machistas irredentos), a un mundo reservado para sus análogos masculinos, como Rimbaud, Van Gogh, Villon, Modigliani, triste época en la que lo genial y vanguardista estaba relegado a lo prohibido por la falsa decencia. Si aún son como son, como serían entonces, por esos lares la talla humanista como la de ella o la de Estanislao Zuleta o la de Fernando González, se sobredimensiona y no sin razón, por eso yo clasifico a los originarios de la Antioquia primigenia,  en paisas y antioqueños, estos son antioqueños, conozco a muchos antioqueños, pero los paisas hacen más ruido. Es justo aclarar que para la época todo el país era una parroquia santurrona que vivía de chismes en el marco de la plaza.


Débora demostró muy pronto su vocación de pintora, por lo que sus padres la pusieron bajo la dirección artística de un señor Eladio Vélez, pintor reconocido, que seguramente sabía algo de arte y podía guiar en sus primeros pinitos a una muchacha en ciernes de pintora genial, para la que quería bodegones, angelitos, florecitas, pero no aquellas obras trascendentes y profundas que ella misma describe así: “Mis temas son duros, acres, casi bárbaros; por eso desconciertan a las personas que quieren hacer de la vida y la naturaleza lo que en realidad no son”. Sobra decir que a Eladio Vélez la alumna se le salió de las manos y finalmente al igual que curas y monjas y las “damas” de la Liga de la Decencia, aunque con menos ferocidad, artista al fin, catalogaron a Débora de contribuir a la corrupción y degeneración del arte, ¿Qué hacia la pintora? Pintaba hermosos, maravillosos, magníficos desnudos, manejaba con pericia y belleza el cuerpo humano, especialmente el femenino y sabido es que para el pacato (ese si perverso y corrupto) el cuerpo es la condena eterna, quizá porque los perturba como a nadie, a los demás solo nos gusta o nos solaza, o ambas cosas; pintaba locos, prostitutas, hambre, violencia, es decir pintaba la realidad del entorno.

Hacia el año de 1940, el entonces Ministro de Educación, que respondía al sonoro e inolvidable nombre de Jorge Eliecer Gaitán (al fin apareció un hombre liberal, de mente abierta y de clara inteligencia), la invitó a exponer su trabajo en el foyer del Teatro Colón; tuvo excelentes críticas, el periódico El Liberal dijo de ella que era “una mujer encantadora, sencilla, inteligentemente femenina”, bastante para la época y para la patria boba que siempre hemos sido, pero no se salvó del salvaje Laureano Gómez, godo a rajatabla (muchos de los jóvenes de hoy no saben quién fue este siniestro personaje)  se fajó una alocución radial de cinco horas (el que mucho habla mucho yerra), para acusar al precioso negro Jorge Eliecer de promover la pornografía, por darle un espacio a una menuda, frágil y bella mujer para exponer su magistral obra; por eso estamos como estamos, es un retrato de la estulticia que ha caracterizado a esa feroz derecha indecente, que amaba “La Liga de La Decencia”, compuesta en su mayoría por las anorgásmicas y empingorotadas señoras de estos godos feroces. Por Dios, que falta de talento, de mundo, de inteligencia y de lo mismo sigue lloviendo.

Débora, como era apenas lógico, se cansó de este ambiente que le robaba el mínimo vital en todos los sentidos y se exilió en sí misma por cuarenta años, a veces en Casablanca la finca familiar de Envigado, a veces en Europa en donde conoció gente de su talla, en donde bailó, pintó, vivió, ejerció la condición humana y seguramente amó.   El historiador Jorge Orlando Melo describió la pueblerina miseria mental cuando escribió “La obra de Débora fue sometida durante casi cuarenta años a un proceso de invisibilidad sorprendente. Tan interesante como la pintura misma de Débora es ese sintomático y asombroso gesto de desconocimiento”.
 En 1983 semejante mujer nuestra, era una desconocida por virtud de la falsa virtud; envejeció entre su prolífica obra, hasta que inesperadamente en ese año, el gobernador Nicanor Restrepo, antioqueño integral, la llamó para decirle que le habían otorgado el premio “Secretaría de Educación a las Artes y a las Letras”, Débora lo recibió sabiendo que la larga exclusión había terminado, comenzaban otros tiempos que darían cumplimiento a la profética voz de una gitana que a mediados del siglo pasado en Madrid le dijo “Morirás llena de gloria”; así fue, los que saben de arte afirman que es, de lejos, la mejor pintora colombiana de todos los tiempos; para mí es una mujer integral, de esas que asustan por su visceral autonomía y su apasionado ejercicio de la libertad cueste lo que cueste; su obra me apasiona, conmueve mis sentidos, me emociona; mujeres como esta han sentado la pauta para que otras como ella no tengan que pagar tan duro precio por ejercer su condición femenina a pesar de los prejuicios de idiotas que aún son muchos.

Débora es el arquetipo de mujer empoderada de su dimensión personal que la hace imponerse como fin y no medio, sujeto de valoración moral y de respeto incondicional.




martes, 26 de agosto de 2014

De generosos y generosidades



Amo las palabras, su contenido gramatical, semántico, semiótico, cuando se utilizan falsamente me parece aleve traición al idioma y grosera manipulación de la realidad. La palabra generosidad, sonora y bella al oído, es manoseada ante cualquier acto de aparente desprendimiento de un individuo, sin pensar en el alcance o en la intención. 

Los Caballeros de la Mesa Redonda, entregados al servicio de Camelot, paradigma de generosidad



















El diccionario nos dice desde la gramática que la generosidad es la “inclinación o propensión del ánimo a anteponer el decoro a la utilidad  al interés”, en otra acepción que complementa la anterior es “largueza, liberalidad”. El significado de la palabra encierra un desprendimiento natural de algo que nos es preciado en favor de otro, no se puede entender como una obligación o deber, porque aquí se desfiguraría la genuina voluntad de dar, entregar, compartir, sería algo así como solicitar que amarren a un generoso para que colabore, el acto de generosidad es ante todo libre, volitivo, natural, no tiene afeites ni segundas intenciones, es dar por el gusto visceral de hacerlo.

Algunos dicen que la generosidad es una virtud, pero como la palabrita se desprestigió tanto a partir del maniqueísmo y la tradición judeo-cristiana, la utilizaron para describir lo “bueno” y lo “bondadoso” con su sesgada lente (recordemos no más lo que era una mujer virtuosa: abnegada, conforme, sufrida, sometida) y la impusieron como requisito para alcanzar glorias eternas y etéreas,  prefiero sopesarla como un valor humanista,  como un atributo que contribuye al arte de vivir como humanos dignos y útiles.
"Todos para uno y uno para todos", de eso se trata.

La generosidad vale por la generosidad misma, cualquier variable que altere esta premisa desfigura el acto que pretende ser generoso y no hablamos solo de generosidades materiales, adjetivas, secundarias, las que resultan a veces solo como corolario de la largueza de alma, de la amplitud del espíritu o de la conciencia, como lo quieran llamar. Si aterrizamos esta altruista teoría sobre la práctica, nos encontraremos que la generosidad es bien escaso; el entorno, el miedo, la crianza egoísta, el ego, o simplemente la mala leche que abunda en el corazón humano, no la dejan florecer.

Una vieja canción protesta decía “no hay que dar de lo que sobra sino lo que está faltando” lo que es una verdad de a puño; muy pendejo era el aficionado al bolero que decía “el tiempo que te quede libre, si te es posible dedícalo a mí”, ese inseguro y de baja auto-estima no trataba con un ser generoso; el que da lo que le estorba, lo que ya no necesita, no ejecuta un acto generoso, ese lo que está haciendo es aseo. El que es avaro con el tiempo de acompañar, con su capacidad de apoyo, con su voz de aliento, es mezquino, así se escude en el trabajo o en la protección de sus emociones, termina siendo estorbo porque “quien no vive para servir no sirve para vivir”.

El que ayuda a otro para que lo vean es simplemente un exhibicionista o un adicto al protagonismo; el que lo hace para rebajar impuestos o para maquillar su dudosa reputación es un farsante; el que regala y reparte dádivas para presumir y empequeñecer a los demás o para quedar bien con la familia y la sociedad es un completo falsario.
El bello y generoso mito mariano, ilustrado por Da Vinci

Entonces ocurrió lo inevitable, me encontré con la pregunta del millón ¿soy generosa? Y mi balance resulto aceptable, con tendencia al alza. En mi no sería virtud, la vida me premió con una infancia abundante en el sentido más integral de la palabra; la abuela que me crió era libertaria, liberal, amplia, de mente abierta y con la faltriquera llena; para mí la vida es de compartir lo que se tiene por crianza, no sufrí de hambre ni moral ni material, quedé salvada de la tacañería que queda como impronta cuando se tienen hambres viejas.

Las iglesias cristianas, en especial la católica que sufrí y dejé, no habla de generosidad, el vocablo que utiliza es el de misericordia lo cual me parece un arma de doble filo porque encierra un concepto amañado. Según mi amigo el diccionario, la misericordia es “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los trabajos y miserias ajenos” y como atributo divino la define como “Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas.”, infiero sin mayor trabajo neuronal, que la misericordia se refiere a ayudar al que es menos, al miserable, al pecador, al necesitado; en tanto que la generosidad es de corte humanista y se ejerce horizontalmente, la misericordia es de corte religioso y se ejerce verticalmente, el de arriba, el poderoso, el santón, subsidia o subsana miserias ajenas, bajezas de “inferiores”.

El "misericordioso" Epulón mira desde su altura al "miserable" Lázaro
No obstante, en alguna medida existe bondad en las llamadas obras de misericordia corporales de la iglesia católica (aunque la mera fórmula me produce urticaria), la imagen que me viene a la mente es la del rico Epulón dejando caer sus migajas para que las recogiera el pobre Lázaro, pero bueno yo he sido eficaz en tornar a mi favor algunas de las cosas que de buena fe, pero de forma inconveniente me enseñaron, como me pasa con los llamados pecados capitales (buen inventario de las pasiones humanas cocinado a partir del morbo eclesiástico) que me sirven para mis catarsis, adaptados a las confesiones de una anarquista; en este caso sopeso como estoy de avaricia.

Las obras de misericordia corporales de los católicos que observo cumplen poco los creyentes, son:

  •  Dar de comer al hambriento
  • Dar de beber al sediento
  • Vestir al desnudo
  • Acoger al forastero
  •  Liberar al cautivo
  • Visitar al enfermo
  • Enterrar a los muertos
Aquí salta de bulto que la obra misericordiosa debe tener como destinatario el sujeto necesitado, lo que me parece rescatable, no como sucede a menudo y casi que en forma inconsciente, el “generoso” atiende a la tribuna para su conveniencia: sucede a menudo que las liberalidades y atenciones se tienen con el “jefe”, con el funcionario público, con el que resulta oportuno granjearse por razones sociales o de negocios, esta es la fórmula usual de “generosidad” del arribista, del inseguro, del lambón.

La iglesia si se pifió totalmente con sus obras de misericordia espirituales que son:

ü  Poner en el buen camino al pecador
ü  Enseñar al que no sabe
ü  Aconsejar bien a quien duda
ü  Consolar al triste
ü  Soportar pacientemente a quienes nos molestan
ü  Perdonar de corazón
ü  Orar por los vivos y los difuntos.

Sopesadas con la lente humanista, dentro del contexto de la reflexión ética, el respeto y la tolerancia, estas obrillas devienen en una lista de chequeo para irrespetar al prójimo, al otro; quien las practica parte de la apreciación y valoración subjetiva de su superioridad: se siente libre de pecado y seguro de su sapiencia, esta es la raíz del  miedo cerval y la desconfianza total, que me producen pastores, curas, rabinos, ulemas y demás que ejercen el rol de poseedores de la verdad y dueños de lo “correcto”, son más peligrosos que pirómano con fabrica de fuegos fatuos.

A quien, con un mínimo de camino en la construcción del respeto, se le ocurre calificar como mejor lo suyo que lo del vecino ¿a cuenta de que?. Es en estas llamadas obras de misericordia espirituales que se escudan los que no quieren reconocer las diferencia,  las alternativas y los distintos caminos que cada quien opta para llegar al propio corazón.

Cultivo la generosidad porque me satisface y adorna mi morada interior, me siento feliz y útil, aprendí a contemplarla en todo su esplendor y me reconforta, la encuentro más a menudo en las personas de escasos recursos materiales, comparten con alegría su pan y su mesa, su techo y el calor de su hogar; la encuentro vívida en quienes viven atentos a su de-construcción, a su reflexión filosófica y bastante difusa, mal interpretada y aplicada entre aquellos para quienes el norte es el ánimo de lucro y su oficio es mas el de acumular que el de compartir.

Mi utopía: que globalicemos la generosidad…………





domingo, 6 de abril de 2014

DEL SÍNDROME DE LARBIN O LA SERVIDUMBRE PATOLÓGICA

Cómo yo tengo par síndromes y una que otra neurosis, leo con avidez lo que de estos temas se me cruza, me sirve para ir dejando el capullo de mi propia estupidez, dejar de ser sujeto de psiquiatras y psicólogos y desplegar mis alas en pos de lo único que para mí vale la pena: LA LIBERTAD, entendida como esa autonomía del ser maduro y evolucionado que le permite optar, elegir, y si acaso, ser útil y feliz.

Apelo a las secuelas que aún quedan de mi formación escolástica, las sazono con irreverencia e iconoclasia y me atrevo a concretar una definición del Síndrome de Larbin: - El síndrome de títere o de lacayo es un comportamiento patológico que ataca principalmente al individuo con baja auto-estima y con proclividad al servilismo y a la adulación, le disminuye su capacidad de análisis crítico, lo bloquea y se traduce en que su actuar es contrario a su dignidad e intereses, defendiendo en cambio los intereses de los que detentan la riqueza y el poder u otros anti-valores que llega a considerar como indispensables (altura social, fama….), así ello conlleve su propia explotación e indignidad-.

Esta vaina me cayó como anillo al dedo bajo dos perspectivas útiles: la primera, yo no sufro de este síndrome, asunto que me alegró; la segunda, me parece que aqueja a buen número de humanos los cuales no son conscientes de su pauperización mental llevándolos a ser sujetos débiles, engrosadores de la masa autómata que degrada la especie y la sociedad.

Los individuos de acendrada religiosidad y poca estructura espiritual lo padecen al deferir la concreción de sus propios valores al líder religioso o al mesías optado sin mayor trabajo cerebral, en su propio detrimento y lo que es peor en menoscabo del respeto y la tolerancia que le deben al que en este sentido piensa distinto; en el síndrome de Larbin se asientan buena parte de los prejuicios que nos aquejan a los humanos y nos impiden ser felices y esto no lo digo yo, ni mas faltaba, sino los que saben, los especialistas.

Se manifiesta también en individuos sometidos a jerarquías castrenses y draconianas (legales o ilegales), en donde el reiterado, “si mi cabo” “si mi sargento”, “sí mi mayor”, “sí mi comandante” termina por secar la materia gris y llevar a la enajenación del propio ser y de la propia identidad. Observen y verán…..solo observen, en nuestro medio el panorama es amplio doloroso y violento, entre legales e ilegales tenemos más de cuatro organizaciones de camuflado, verdaderas máquinas de forjar la servidumbre patológica…. ¿o no?  

Los cónyuges sometidos al poder físico o psicológico del otro pueden llegar a desarrollar el síndrome del sometimiento y el servilismo y se distinguen por que tienen mirada porcina y triste, piel amarillenta y frustración permanente lo que los hace proclives a joder (en la acepción aburridora) a los demás en un inconsciente mecanismo de desahogo. No sé por qué me pongo a pensar en el pobre señor Tatcher o en algunas cabizbajas señoras sometidas frente a su maridos o viceversa o el sometedor mismo frente a sus jefes; esto parece que desarrolla lo que llamamos un círculo vicioso.

Aquellos que a toda hora musitan “mi jefe dijo”, “mi jefe decidió”, “mi jefe ordenó”, bien pudieran padecerlo, una revisadita psiquiátrica y un examen personal no les caería mal, en fin que cada uno se revisará cuando le dé la gana o cuando el dolor y la indignidad lo agobien, me consta, con estas mismas motivaciones me aproximo a mi propia deconstrucción y no me avergüenza reconocerlo, por el contrario me miro al espejo y me digo: “negrura querida (así me decía mi madre), puedes cambiar, si quieres y reconoces las falencias”. Yo particularmente no reconozco jefes, sino responsabilidades frente a gestiones que me encargan. A los que el “poder” los deslumbra puede llegar a quedar descrestados con cualquier pinche alcalde de pueblo. Particularmente, cuando veo a la masa adorar al caudillo o al gamonal de turno pienso en un dicho básico y gráfico que  servía de argumento a mi papá “a santo que caga y mea, el diablo que se la crea”.

Los que se tragan el cuento que los pergaminos existen y que las noblezas y blasones son reales en otros, están casi que condenados a ser lambones y aduladores, arribistas o snob, actitudes que ponen en la antesala del síndrome de Larbin; los que quieren pertenecer al jet set (¿para qué carajo sirve?), a la “crema y nata”, al curubito social, esos que mantienen expuestas sus fotos con personajes y personajillos, bien pudieran padecer también del síndrome de Larbin. Lo que sí es seguro es que no se han dado cuenta que el genoma humano es idéntico para toda la especie y lo demás son cuentos medievales, se los digo yo que he trasegado por la mata de la exclusión y por el humanismo de la inclusión y es en este último estadio en donde he podido acercarme en alguna medida a la excelencia humanística……ahhhhh y me he librado de ambientes hipócritas y aparentadores donde las neuronas brillan por su ausencia.

Seguiré investigando sobre el tema, no me crean, cerciórese cada uno, por ahora quedan inquietudes ¿qué tal que descubramos que existen tratamientos contra la estupidez, la imbecilidad y la güevonada? Podríamos estar salvados.



http://juanitoguanabacoa.wordpress.com/2012/09/05/el-sindrome-del-criado-marioneta-titere-bien-criado-la-salud-publica-y-el-contrasentido/

http://www.agoravox.fr/Actualites/politique/article/le-Syndrome-du-larbin-76062

domingo, 23 de febrero de 2014

EL ESPLENDOR DE LA VIDA MADURA


Amor
En el subdesarrollado trópico hemos vivido de mitos, caldo de cultivo ha sido la tradición judeo-cristiana, el vudú, la santería y demás  muletas que han servido para huirle a las verdades de la biología, la antropología, a las ideas de la evolución, la de-construcción y el pensamiento complejo. Todos estos mitos hacen parecer el mundo dualista, de buenos o malos, blanco o negro, de verdades absolutas, siempre en contra de lo bello y verdadero que tenemos los seres humanos, las personas.

Uno de los más satanizados ha sido nuestro cuerpo, con sus pasiones y deseos, con sus movimientos emocionales y hormonales; sabido es y de ello me alegro, que somos una especie (no sé si la única) que puede trascender el apareamiento meramente biológico, como recurso de nuestra estirpe para la sobrevivencia y pasar al sexo por amor, por placer, por calor humano y requerimiento de abrazos.

Los jóvenes no pueden sustraerse de las hormonas en ebullición, en cambio en la edad madura y con patente de corso a bordo, sí que podemos disfrutar de nuestra sexualidad y nuestra sensualidad a discreción, en forma pausada pero no por ello menos abrazadora y pasional, con la garantía de la selectividad y de la opción sexual preferida, cualquiera que ella sea. La sociedad pacata y parroquial, los jóvenes en su ignorancia e indolencia y las familias equivocadas a punta de religiosidades creen que los adultos después de los sesenta somos asexuados y se equivocan, nada más lejos de la verdad.

Las miradas mas allá de toda duda
La belleza está en los ojos que aman
Siento verdadera lástima por los jóvenes que se ponen metas arquetípicas e impuestas sobre sus físicos y el más feo se tiene que parecer por lo menos a Brad Pitt o a una anoréxica modelo, so pena de quedar por fuera del mercado sexual o de la casta de “los populares”, cosa distinta los hace objeto de desprecio y matoneo; eso no pasa en la madurez, la ausencia de tono muscular y medidas perfectas la sustituye en buena hora, la chispa, el ingenio, la inteligencia, el afecto, la conversación; el cuerpo amado se observa y se degusta mas allá de lo meramente físico lo que es humano y digno.

Flaco favor nos han hecho esos cuentos de que el cuerpo humano es pecaminoso, esos cuentos que exaltan la castidad a ultranza e impuesta, la historia nos demuestra que aquellos que amordazan sus genitales y desconocen sus deseos terminan explotando en pederastia y violaciones, en verdaderas deformaciones de sus propios afectos. Nuestro cuerpo, nuestras emociones merecen respeto y reconocimiento.

Naturalmente que aceptarnos con el paso del tiempo requiere de sabiduría y de superar lo prosaico dándole privilegio a lo superior, a lo verdadero, a lo perdurable; no se de que podrán hablar los "viejos verdes" o las "viejas verdes" con sus elegidos, ni como morigerar el oso monumental que acarrean; casi siempre en estas disparejas hay otros intereses de por medio, lejanos del amor y el afecto verdaderos.

La gente madura, en el mejor sentido de la palabra, sabe que soltarse el moño y liberar a las pelotas es un derecho inalienable; a saltarse a la torera las estúpidas convenciones que quieren institucionalizar que a los sexagenarios se nos acabó la gracia, la pasión y la capacidad de lujuria.



martes, 2 de abril de 2013


REFLEXIONES NON SANCTAS  DE SEMANA SANTA


Dice el diccionario de la Real Academia, que la palabra SANTO, como adjetivo, significa “Perfecto y libre de toda culpa”, de donde resulta fácil concluir que en este mundo de la especie humana no hay santos y el que se lo crea, adolece de una soberbia irredenta, lo que de suyo lo descalifica para aplicar al santoral. De manera que la reflexión en primera persona y desde la imperfección que me caracteriza, es lo que hoy considero válido, sin absolutos y con disposición a cambiar la perspectiva si las circunstancias lo ameritan, de manera que ni yo misma me la creo mucho, porque soy una especie de voltiarepas, eso sí, apoyada en la razón y la sinapsis. ¿Entienden porque me parece irresponsable dar consejos, ejemplo, recomendar religiones, filosofías o creerme dueña de la verdad?

Seguramente si hubiera podido vivir frente al mar, en un pent-house pagado por un marido generoso, si me hubiera adaptado a la sociedad de consumo, miraría las personas reflexivas, las que dicen verdades, las que miran con perspectivas distintas a las de la masa, como bichos raros, cuando no insanos mentalmente; felizmente no fue así, la vida me impuso la necesidad de revisarme, de examinarme, de deconstruirme, para aceptar pasablemente la angustia de vivir.

Las pobres almas del purgatorio 
No siempre fue así, dentro de mí aún vive esa niña a quien mi nona Carmelita vestía con un abriguito blanco, con guantes blancos, los jueves santos en Pamplona, para que la acompañara a arreglar el Santo Sepulcro que saldría en la procesión del viernes, labor que realizó gustosa y de su propio peculio, por más de veinte años. Llena de fervor la ayudaba en silencio con las canastas de azucenas, los ramos de tul y los perfumes paganos con los que rociaba la imagen; desde entonces me sentía confundida y amilanada por tanta sangre y sufrimiento y desde entonces me gustó más el Jesús vivo y hermoso del Sermón de la Montaña.


Lo primero que no entendí es que Dios recreara tanto dolor y sufrimiento, tanto castigo y culpa, tanto remordimiento y llanto; cuando entraba a una habitación que en la casa de la Calle Real  la abuela tenía destinada para altar y santos, me repugnaba un cuadro de unos seres atormentados entre llamas, que imploraban ser sacados de allí: eran las almas del purgatorio; me producía escozor una imagen del Sagrado Corazón con la víscera cardíaca expuesta y sangrante por cuenta de mis culpas y pecados y de las culpas y pecados de todo el género humano y empecé a pensar que si tuvo en sus manos hacernos perfectos, lo que le había resultado era toda una chambonada, por lo menos en lo que a mí me correspondía, llena de miedos, de inseguridades, de incredulidades y por lo que correspondía a los seres de mi entorno, excluyentes y poco dados al prójimo incondicionalmente.

Pero la nona y mi mamá que se ocupaban no solo de mi salud moral, sino de mi salud intelectual, antes de que cumpliera los ocho años, ya me habían regalado dos libros que dispusieron mi ánimo para la lectura: uno era “Las Mil y una Noches” en una edición preciosa y bellamente ilustrada, que conservo y el otro “Las más bellas leyendas de la antigüedad clásica” que vi por última vez  en Iscalá.

Thor y su invencible martillo
Me di cuenta que era católica, apostólica y romana por cuenta de la crianza y la latitud, pero que seguramente sería anglicana si fuera inglesa, luterana si fuera alemana, creería en Thor si hubiera sido vikinga o en Zeus y compañía si hubiera sido griega en la antigüedad y que no era politeísta como mis ancestros aborígenes, simplemente porque la conquista de América, a punta de cruz y de espada, había hecho de mí, otra cosa.

Lo único que verdaderamente pude deducir, con cierta certeza que me reconfortaba, era que los seres humanos, en donde quiera que estuviesen, cualquiera fuera su cultura, su etnia o su asentamiento geográfico, habían acomodado dioses, creaciones y orígenes, para suplir sus necesidades emocionales; yo ya no era tan rara, ni tan solitaria, ni tan pesimista, aprendí que no había dioses temibles, ni cielo, ni infierno, ni verdades absolutas y que el mito era una simple invención humana o cuando mucho un relato maravilloso y épico, que nada tenía que ver con la historia, ni los hechos reales, protagonizada por seres de carácter divino o heroico, que daba respuestas irreales a lo que los seres humanos no alcanzábamos a comprender, aún a costa de calumniar a dioses y de inventarles falencias humanas.

Zeus y Hera

Entendí que lo verdaderamente importante era la convivencia pacífica y que debía estructurar mi vida alrededor del respeto y la tolerancia, encontré en la filosofía y el conocimiento, el humanismo que buscaba para mí, aprendí que el mundo no se creó en seis días, sino que cada día cambia, se recrea, evoluciona y que yo soy la medida de todas las cosas. Me respaldaban los científicos, la física, la astronomía y eso me producía consuelo, alivio y en buena mediad un sentido de la vida, que no lo tiene per se, que me corresponde a mi buscar, explorar, concluir.

Ni era hija de Dios, ni heredera del cielo, falacias que nos hicieron equivocar el camino, era simplemente un eslabón más en la cadena de la vida, parte del paisaje, que cada día cambia y evoluciona, no estaba completa por tener la vida biológica y si quería caminar en pos de la excelencia humana, debía hacerme yo misma los acabados de la mejor manera posible, única forma de trascender, sino como individuo, por lo menos como especie.

En esta Semana Santa de los católicos,  frente a la perfección de la naturaleza, me he sentido incrédula, libre y orgullosamente anárquica e iconoclasta, un poco pérdida sí, pero el Darwin me dio una inmensa esperanza: no es que pertenezca a una especie monstruosa por la violencia y la intolerancia, es que somos muy jóvenes sobre la tierra, vamos en proceso de cambio, en fin que esta debacle se compone, me basta con cambiarla para mí misma superando perjuicios que son de suyo imbéciles y alejados de toda inteligencia y yo que creo poco y en lo poco que creo creo poco, de verdad que creo en la inteligencia, lo que la contradiga, es perverso.