miércoles, 23 de febrero de 2011

SIN CONDICIONAMIENTOS.


Me puse primero zamarros que falda y jugué con riendas y no con muñecas; lidiar con aperos y sillas de montar era en mi infancia mas satisfactorio que cualquier otro juego; la única condición que en verdad me satisface por completo es la de centauro, cuando logro que el animal mas bello del mundo y mas noble, sincronice su cerebro con el mío, esfumándose las condiciones terroríficas de los humanos de miedo y obediencia.

De este noble animal debería aprender el género humano
Ser niña, fue vivir en el asombro de que el mundo era ilimitado y yo podría hacer lo que mi fértil imaginación me dictara y casi siempre me dictaba el rol protágonico: fui el hada del bosque encantado, D´Artagnan, una Julieta que no moría, el Rey Arturo, mariposa, genio y maestra de la escuela. Por eso vuelvo con tanta frecuencia a la amplia casa de mi abuela en la Calle Real de Pamplona de Indias o a Iscalá, la histórica hacienda en donde transcurrió mi infancia, porque viajo en el tiempo y me encuentro de nuevo con la posibilidad de vivir sin condicionamientos.

La mala pasada que realmente me jugo la vida, fue la de irme sintiendo condicionada a  medida que crecía; ya no podía ser la protagonista del juego, porque el entorno me iba limitando y deje de ser niña para empezar a encontrarme con los primeros sablazos de la neurótica realidad: el colegio condiciona, la universidad condiciona, máxime la mía regentada por la dominicana orden de predicadores, a quienes ví portarse con el prójimo como dignos hijos de Tomas de Torquemada; la institución matrimonial, tal como estaba concebida en mi tiempo, no condicionaba sino anulaba, la sociedad condiciona y como en el tango Cambalache (Ah…que filósofo excepcional que es Enrique Santos Discépolo) “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador”.

En este planeta hoy impera la adicción al poder y al dinero que casi siempre están en coyunda, en tenebroso concubinato, para arrasar con todo humanismo y el que no juegue a ese juego prosaico y torticero se queda por fuera del partido……si lo sabré yo, que por no seguir “las reglas del juego” he sido proscrita en algunos de mis roles, por quienes deberían estar a mi lado, pero condicionados por arquetipos y estereotipos, han preferido darme la espalda. De ellos también aprendí que nada es personal, son así, están condicionados así…..pero esto será un libro y no me adelanto.

Después de querer huir de la realidad, entendí que debía enfrentarla con coraje, desaprender, deconstruirme (me enamoré de Jacques Derrida), romper en lo posible los condicionamientos, lo salvajemente aprendido, borrar la historia de la mentira; parecía una utopía hace quince años, sentí que la tarea me quedaba grande (aún lo siento a veces), que era un imposible, pero con el paso del tiempo, con paciencia y amor he ido aprendiendo a conjugar los verbos aceptar, renunciar, cambiar, amar, comprender y creo que seré una mujer que en el otoño maravilloso, siga escogiendo el rol que le dé la gana.

La sociedad no está lista para acoger a los seres que caminan solos, que piensan por sí mismos, que se construyen, que cuestionan, son estorbosos, pero imponerse por sobre la masa amorfa que no vive, ni deja vivir, se puede tornar en aventura fascinante que trae como premio gordo, el encuentro con personas que valen la pena y que justifican aguantar y tolerar el resto.

Jacques Derrida, el filósofo de la deconstrucción.
Mientras tenga sal para degustar, vinagre para exprimir, pasión para disfrutar, mente abierta, espíritu crítico, seguiré aquí y creo que me demoro un rato……ayer no mas perdí los anteojos por estar montando en moto con mi hijo Mauricio, voy a ir a bucear en Malpelo a la tiburonera, seguiré buscando la dimensión de la música clásica y asombrándome con el milagro de la voz humana; tengo en ciernes acercarme a un alma y a una piel, que me parece que hacen juego con las mías y aún le apuesto a la aparición del mono número 100.