EL ESPLENDOR DE LA VIDA MADURA
Amor |
En el subdesarrollado trópico hemos vivido de mitos, caldo de cultivo ha
sido la tradición judeo-cristiana, el vudú, la santería y demás muletas que han servido para huirle a las
verdades de la biología, la antropología, a las ideas de la evolución, la
de-construcción y el pensamiento complejo. Todos estos mitos hacen parecer el
mundo dualista, de buenos o malos, blanco o negro, de verdades absolutas,
siempre en contra de lo bello y verdadero que tenemos los seres humanos, las
personas.
Uno de los más satanizados ha sido nuestro cuerpo, con sus pasiones y
deseos, con sus movimientos emocionales y hormonales; sabido es y de ello me
alegro, que somos una especie (no sé si la única) que puede trascender el
apareamiento meramente biológico, como recurso de nuestra estirpe para la
sobrevivencia y pasar al sexo por amor, por placer, por calor humano y
requerimiento de abrazos.
Los jóvenes no pueden sustraerse de las hormonas en ebullición, en
cambio en la edad madura y con patente de corso a bordo, sí que podemos
disfrutar de nuestra sexualidad y nuestra sensualidad a discreción, en forma
pausada pero no por ello menos abrazadora y pasional, con la garantía de la
selectividad y de la opción sexual preferida, cualquiera que ella sea. La sociedad
pacata y parroquial, los jóvenes en su ignorancia e indolencia y las familias
equivocadas a punta de religiosidades creen que los adultos después de los
sesenta somos asexuados y se equivocan, nada más lejos de la verdad.
Las miradas mas allá de toda duda |
La belleza está en los ojos que aman |
Siento verdadera lástima por los jóvenes que se ponen metas arquetípicas
e impuestas sobre sus físicos y el más feo se tiene que parecer por lo menos a
Brad Pitt o a una anoréxica modelo, so pena de quedar por fuera del mercado
sexual o de la casta de “los populares”, cosa distinta los hace objeto de
desprecio y matoneo; eso no pasa en la madurez, la ausencia de tono muscular y
medidas perfectas la sustituye en buena hora, la chispa, el ingenio, la
inteligencia, el afecto, la conversación; el cuerpo amado se observa y se
degusta mas allá de lo meramente físico lo que es humano y digno.
Flaco favor nos han hecho esos cuentos de que el cuerpo humano es
pecaminoso, esos cuentos que exaltan la castidad a ultranza e impuesta, la
historia nos demuestra que aquellos que amordazan sus genitales y desconocen
sus deseos terminan explotando en pederastia y violaciones, en verdaderas
deformaciones de sus propios afectos. Nuestro cuerpo, nuestras emociones
merecen respeto y reconocimiento.
Naturalmente que aceptarnos con el paso del tiempo requiere de sabiduría y de superar lo prosaico dándole privilegio a lo superior, a lo verdadero, a lo perdurable; no se de que podrán hablar los "viejos verdes" o las "viejas verdes" con sus elegidos, ni como morigerar el oso monumental que acarrean; casi siempre en estas disparejas hay otros intereses de por medio, lejanos del amor y el afecto verdaderos.
La gente madura, en el mejor sentido de la palabra, sabe que soltarse el
moño y liberar a las pelotas es un derecho inalienable; a saltarse a la torera
las estúpidas convenciones que quieren institucionalizar que a los sexagenarios
se nos acabó la gracia, la pasión y la capacidad de lujuria.