domingo, 23 de febrero de 2014

EL ESPLENDOR DE LA VIDA MADURA


Amor
En el subdesarrollado trópico hemos vivido de mitos, caldo de cultivo ha sido la tradición judeo-cristiana, el vudú, la santería y demás  muletas que han servido para huirle a las verdades de la biología, la antropología, a las ideas de la evolución, la de-construcción y el pensamiento complejo. Todos estos mitos hacen parecer el mundo dualista, de buenos o malos, blanco o negro, de verdades absolutas, siempre en contra de lo bello y verdadero que tenemos los seres humanos, las personas.

Uno de los más satanizados ha sido nuestro cuerpo, con sus pasiones y deseos, con sus movimientos emocionales y hormonales; sabido es y de ello me alegro, que somos una especie (no sé si la única) que puede trascender el apareamiento meramente biológico, como recurso de nuestra estirpe para la sobrevivencia y pasar al sexo por amor, por placer, por calor humano y requerimiento de abrazos.

Los jóvenes no pueden sustraerse de las hormonas en ebullición, en cambio en la edad madura y con patente de corso a bordo, sí que podemos disfrutar de nuestra sexualidad y nuestra sensualidad a discreción, en forma pausada pero no por ello menos abrazadora y pasional, con la garantía de la selectividad y de la opción sexual preferida, cualquiera que ella sea. La sociedad pacata y parroquial, los jóvenes en su ignorancia e indolencia y las familias equivocadas a punta de religiosidades creen que los adultos después de los sesenta somos asexuados y se equivocan, nada más lejos de la verdad.

Las miradas mas allá de toda duda
La belleza está en los ojos que aman
Siento verdadera lástima por los jóvenes que se ponen metas arquetípicas e impuestas sobre sus físicos y el más feo se tiene que parecer por lo menos a Brad Pitt o a una anoréxica modelo, so pena de quedar por fuera del mercado sexual o de la casta de “los populares”, cosa distinta los hace objeto de desprecio y matoneo; eso no pasa en la madurez, la ausencia de tono muscular y medidas perfectas la sustituye en buena hora, la chispa, el ingenio, la inteligencia, el afecto, la conversación; el cuerpo amado se observa y se degusta mas allá de lo meramente físico lo que es humano y digno.

Flaco favor nos han hecho esos cuentos de que el cuerpo humano es pecaminoso, esos cuentos que exaltan la castidad a ultranza e impuesta, la historia nos demuestra que aquellos que amordazan sus genitales y desconocen sus deseos terminan explotando en pederastia y violaciones, en verdaderas deformaciones de sus propios afectos. Nuestro cuerpo, nuestras emociones merecen respeto y reconocimiento.

Naturalmente que aceptarnos con el paso del tiempo requiere de sabiduría y de superar lo prosaico dándole privilegio a lo superior, a lo verdadero, a lo perdurable; no se de que podrán hablar los "viejos verdes" o las "viejas verdes" con sus elegidos, ni como morigerar el oso monumental que acarrean; casi siempre en estas disparejas hay otros intereses de por medio, lejanos del amor y el afecto verdaderos.

La gente madura, en el mejor sentido de la palabra, sabe que soltarse el moño y liberar a las pelotas es un derecho inalienable; a saltarse a la torera las estúpidas convenciones que quieren institucionalizar que a los sexagenarios se nos acabó la gracia, la pasión y la capacidad de lujuria.